domingo, 27 de enero de 2013
Vaivenes
Arriba, en lo más alto, el cielo. Abajo, al alcance de las manos,
el suelo. Siempre fue más fácil caer que volar, dejarse arrastrar por
el profundo e inevitable cansancio que a veces, el día a día, deja
impreso en las sienes. Para volar, además de alas, precisaremos
también coraje y fuerza para la carrera previa al despegue. Para
caer, abandonarse es suficiente, sin lucha ni esfuerzo. Y sin
embargo, qué sorprendente resulta ver cada día, al levantar la vista
al cielo, cientos y cientos de vuelos recién emprendidos dibujando
maravillosas siluetas en el suelo con la complicidad del sol.
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