Sus cosas
Iban a tirarlo todo a la basura y sin tiempo para
pensármelo, cogí la bolsa que llevo siempre conmigo para hacer la compra y
guardé en ella sus efectos personales.
Poca cosa, ahí mismo las tengo; una foto enmarcada, tres bolígrafos (uno de
ellos con una inscripción), un pequeño bolso negro bastante gastado y una
carta. Me traje la bolsa a casa sin saber muy bien qué haría con su contenido.
En realidad no sabía nada de él, yo había empezado a trabajar en Yellow hacía
dos semanas. Apenas tenía tiempo de levantar la vista del guión con el que
bombardeaba al potencial cliente que estaba al otro lado del teléfono. Cuando desapareció, los rumores se dispararon
y todos coincidían en que Raúl era bastante huraño, no mantenía relaciones
personales con nadie del trabajo. Ese día, cuando llegué a casa, hurgué en su bolso intentando encontrar una
dirección, un número de teléfono, alguna pista que me permitiera devolverle sus
cosas. Fue entonces cuando me atreví a abrir el sobre. Pasaron algunos días
hasta que decidí buscarla a usted, la destinataria de su carta. Durante ese
tiempo, una profunda tristeza me invadió. Dejé el trabajo. Ahora escribo, vine
a esta ciudad para escribir y eso hago. Su nota de suicidio me sacudió por dentro, la
memoricé, lloré cada una de las veces que la leí. Y aunque, con un apellido tan
común como el suyo, no fue fácil dar con usted, por fin lo conseguí. Y aquí
está, y me cuenta que… Dígale a Raúl la profunda paz que siento al saber que no
lo hizo, transmítale, por favor, mi alegría al saber de su buena fortuna al
fin… y déle las gracias, me salvó la vida. Salvó la vida que yo quería, me dio
valor para luchar por ella, dígale gracias de mi parte, mil veces gracias.