Otra vida
Recogía cuanto encontraba cerca de los bordes. De todos los
bordes.
Allí el viento resguardaba, incluso en contra de su
voluntad, todo tipo
de cosas. Un día encontró un topo disecado. No le sirvió de
mucho pero
le hizo un entierro digno, al topo. Casi siempre había hojas,
grandes, pequeñas…
hojas que habían pertenecido a algún árbol. En las horas
muertas se
imaginaba como habría sido su existencia, allá arriba,
mecidas por
el viento, hasta que el árbol, su árbol, las dejaba ir.
A veces encontraba monedas. Incluso una vez, en medio de un
grupo de papeles, encontró un billete.
Ese día vio algo reluciente y cuando se acercó a recogerlo,
del susto
acabó sentado en la acera. Pisoteó el espejo con rabia
y no dejó de hacerlo hasta que los trozos eran tan pequeños
que no reflejaban nada más que la luz. Se dejó caer en la
acera hasta
recuperar el resuello y luego prosiguió buscando tesoros.