martes, 18 de septiembre de 2012



Cuentos

     
        Cortas, alegres, improvisadas. Otras largas, contadas con voz pausada y mirada en el

 infinito. Desde aquella primera historia ya nada fue igual. Todo se movía, volaba, bailaba...

en mi mirada infantil se podía percibir cuándo los tomates aplaudían el impecable baile de las 

zanahorias. Su voz parecía una chistera de mago. Mi abuelo era un gran contador de vidas.