sábado, 19 de octubre de 2013
La realidad se impone
Al principio no me pareció mal que dijera a todo que si, me resultaba muy agradable que fuese
tan servicial y receptiva. Sólo cuando llevábamos un buen rato hablando empezó a ponerme
nervioso que a pesar de su buena disposión su rostro se mostrara completamente impasible,
sin expresiones que corroboraran el buen entendimiento. Le pedí explicaciones pero no recibí
respuesta. Entre la decepción y cierto enfado me fuí de la plaza dejándola allí, altiva y
orgullosa, la estatua más hermosa de la ciudad.
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