Decisión
Finjamos que no nos conocemos, me dijo.
Peticiones de ese tipo salían de su boca como de la
mía bostezos
cuando nos veíamos. Si a lo largo de los años continué
frecuentando su compañía
fue por una mezcla de afecto, rescoldos de
lazos más fuertes en el pasado, y culpa,
amorosamente cultivada por
mi amigo. Pero ese afán suyo de ser el centro de todas las
tormentas
acababa con mi buena disposición. Alguna vez, en el último
momento,estuve a punto
de no presentarme a la cita convenida,
finalmente siempre acudía, maldiciéndome por ser
incapaz de
librarme de esta absurda costumbre. Hoy no podría decir qué fue lo
que pasó,
pero en cuanto pronunció la frase, no hizo falta más; me
dí la vuelta y sin mediar palabra alguna,
emprendí el camino
contrario sin volver la vista. Le concedí su último capricho.