Ataduras
En un despiste pisé la cola, fueron apenas unos segundos,
en seguida retiré el pié como si me hubiese quemado.
Pero ya era tarde; fue el principio del fin.
Derramó sobre mí toda su furia, estaba fuera de sí, ni mis
disculpas, ni mis
súplicas lograron
apaciguarla. Aún hoy, semanas después, tengo la marca de
sus uñas en la mejilla.
No quise hacerlo, al menos conscientemente, pero me
emociono al recordar cómo mi pié tomó la iniciativa.
Han sido días muy intensos; Alberto canceló la boda y
estamos pensando en
una vida juntos. Por supuesto yo colgué los hábitos y, a
menudo, deambulo por
las calles pensando en el futuro y sintiéndome más libre y feliz
que nunca.
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