jueves, 5 de noviembre de 2015

       


          Sus cosas


 Iban a tirarlo todo a la basura y sin tiempo para pensármelo, cogí la bolsa que llevo siempre conmigo para hacer la compra y guardé en ella sus efectos  personales. Poca cosa, ahí mismo las tengo; una foto enmarcada, tres bolígrafos (uno de ellos con una inscripción), un pequeño bolso negro bastante gastado y una carta. Me traje la bolsa a casa sin saber muy bien qué haría con su contenido. En realidad no sabía nada de él, yo había empezado a trabajar en Yellow hacía dos semanas. Apenas tenía tiempo de levantar la vista del guión con el que bombardeaba al potencial cliente que estaba al otro lado del teléfono.  Cuando desapareció, los rumores se dispararon y todos coincidían en que Raúl era bastante huraño, no mantenía relaciones personales con nadie del trabajo. Ese día, cuando llegué a casa, hurgué  en su bolso intentando encontrar una dirección, un número de teléfono, alguna pista que me permitiera devolverle sus cosas. Fue entonces cuando me atreví a abrir el sobre. Pasaron algunos días hasta que decidí buscarla a usted, la destinataria de su carta. Durante ese tiempo, una profunda tristeza me invadió. Dejé el trabajo. Ahora escribo, vine a esta ciudad para escribir y eso hago.  Su nota de suicidio me sacudió por dentro, la memoricé, lloré cada una de las veces que la leí. Y aunque, con un apellido tan común como el suyo, no fue fácil dar con usted, por fin lo conseguí. Y aquí está, y me cuenta que… Dígale a Raúl la profunda paz que siento al saber que no lo hizo, transmítale, por favor, mi alegría al saber de su buena fortuna al fin… y déle las gracias, me salvó la vida. Salvó la vida que yo quería, me dio valor para luchar por ella, dígale gracias de mi parte, mil veces gracias.