Otros cuentos
La casa se hacía muy pequeña para tantos habitantes.
Aunque se observaba buena voluntad, la convivencia,
en los días que tenían algunas horas de descanso,
se hacía difícil. Trabajaban catorce horas al día,
seis jornadas a la semana y cuando llegaban a casa
sólo querían asearse un poco y descansar. De lunes a sábado
su vida transcurría más o menos así. Era el domingo
cuando había que lavar la ropa, limpiar un poco la casa,
hacer la compra y reservar algo de tiempo para el ocio.
Ese día tropezaban entre sí para hacer sus cosas.
Fue Blanche la que propuso que hicieran un reparto
de tareas, ahorrarían tiempo y fricciones.
Le llevó días convencerles a todos; Pedro no hacía
más que gruñir, poniendo pegas a todo. Apuntó
la necesidad de ponerse de acuerdo sobre la lista semanal
de la compra. Otto se mostraba inquieto por los turnos de
las comidas; a él la comida marroquí de Muhammad no le
gustaba!... Los siete se mostraron reticentes al principio
pero las
dudas, poco a poco, se fueron despejando.
Llegaron a un acuerdo. La parte más complicada fue la de
las comidas pero al final acordaron un menú a gusto de todxs
para el mes siguiente. Aún estában muy lejos de ir a
trabajar
cantando Ay ho!! Ay ho!!
y de finales felices, pero habían
mejorado la vida en común.