martes, 3 de febrero de 2015



  Sorpresa


 
   En su lugar pondría una maceta con romero. Cuando Juan le

preguntase le diría...¿qué podía decirle? Aún tenía dos horas para

pensar una buena historia. Imposible explicarle que la urna que

contenía los restos incinerados de su gato se me había caído.

Cuando murió Balio intenté convencer a Juan que poner sus restos

en la estantería no era buena idea. Le sugerí hacer un 

entierro en algún bello lugar, tirar las cenizas al mar ...lo intenté

durante días, pero sin éxito.

Quería a su gato cerca, había estado a su lado durante doce años y

seguiría estando con él. Su determinación hizo que tirase la toalla y

Balio pasó a ocupar su lugar en la estantería. Por más vueltas que

le daba no se me ocurría una buena historia que hiciese el trago

menos amargo...aunque..lo tenía!!  Por mucho amor que le tuviese

a su gato no distinguiría sus cenizas de un montoncito de polvo.

Bajaría al chino y compraría un bote parecido a la urna, Juan

no se daría cuenta.

Cuando escuché la llave en la puerta pensé en huir, pensamiento

descartado al instante ya que la única salida estaba ocupada por un

cansado Juan que tiraba la chaqueta en una esquina y

saludándome se dirigió a la cocina.

_ Estoy muerto, hoy fue un día de perros. ¿Qué te parece si

después de darme una ducha cenamos algo y nos vamos a la cama

temprano?

_Bien, me parece perfecto, yo también estoy cansada.

 
   Pasó el verano y a principios de octubre, para celebrar nuestro

aniversario, decidimos invitar a unos amigos y familiares a casa.

La comida estaba deliciosa y todos estábamos disfrutando de la

celebración hasta que, desde el otro lado de la mesa, escuché una

frase que heló mi sangre;

_Al final Juan ,veo que Julia te convenció para deshacerte de las

cenizas del gato.

Todo mi cuerpo se puso tenso, no tenía muy claro si para

deshacerme de una vez por todas de mi suegra o para defenderme

de la mirada acusadora de Juan. Durante esos eternos segundos

me pareció que tod@s me miraban esperando una explicación. Un

sudor frío empezó a empapar mi espalda y ya estaba a punto de

confesar mi pecado cuando respondió Juan:

_No madre, Julia no logró convencerme, Balio hace meses que no

está en su urna. Me resbalé y a punto de caerme, me agarré a la

estantería, la sacudida fué tan fuerte que todo lo que estaba en ella

acabó zapateado en el suelo. En el último momento logré sujetar la

urna, pero las cenizas acabaron esparcidas por la alfombra, el sofá,

la mesa...no tuve más remedio que usar la aspiradora