Viviendo
Repaso
por enésima vez lo que debo hacer, no hay lugar para errores. Si de
algo me ha
de
servir ese afán perfeccionista que sembró mi vida de frustraciones,
será para
asegurar que
esta vez nada falle. Tal vez si hubiese estado tan seguro de alcanzar
Empiezo a ver algunas
cosas claras.
Dicen
que nunca es tarde, éste no es el caso. Aunque ahora, en los últimos
instantes de
mi vida,
veo con asombrosa claridad que braceé hasta quedar sin aliento en
una maraña
de
problemas, muchas veces causados por mi actitud.
No fue difícil
conseguir los narcóticos
que, esparcidos sobre la cama,
parecieran esperar mi última acción
voluntaria con
total indiferencia. Había desaparecido
No dejaba de ser irónico que a pocos minutos de mi
último suspiro
me
sintiera más vivo que en mucho tiempo.
A pesar de mi afán por
controlar los pormenores
de la puesta en escena
me resultaba terrible e inexplicable no haber pensado
antes en la posibilidad de que
fuera Laura quién encontrara mi
cadáver. De
todos los errores arrastrados a lo largo
de mi existencia ése sería el
que mereciera una segunda
y tercera muerte.
Arruinaría la vida de mi hija, sería para ella un
lastre mucho más
pesado que la
empequeñecida e insignificante imagen de padre que le
había ofrecido
en los
últimos meses.
Con
toda la rapidez que mis ojos llorosos me permitieron, recogí las
pastillas, una
por
una las deshice y dejé que se disolvieran en agua. Después de darme
una ducha
y
conseguir que mi aspecto mejorase un poco, me deshice del agua
blanquecina
que
albergaba el acto más egoísta que había estado a punto de cometer.