lunes, 3 de junio de 2013




       
         “Rabo de nube”


   Y amaneció de nuevo. A pesar de la muerte, del profundo vacío, el sol brillaba allá en lo alto.

No quise verlo, tuve los ojos cerrados mucho tiempo, los párpados adormecidos por la presión,

segura de resultar invisible. Esta mañana al sentir la calidez de los primeros rayos,

sentí de nuevo a la vida.

   La veía deambular por los vestigios de lo que en otros tiempos había sido un jardín, día tras día

sus pies la llevaban de un lado para otro pero se adivinaba en su figura una incoherencia vital.
 
Al principio mis ojos la seguían a través de la ventana sin demasiado interés, mecánicamente.

Apenas había transcurrido una semana y lo primero que hacía al llegar a casa era ir en busca de

su imagen titubeante, su casi mimetizada silueta con aquel pequeño espacio de abandono y 

maleza. Me sentí unido irremediablemente a su futuro el día que inesperadamente, mientras

sostenía con las dos manos un libro, levantó su cara al cielo y de su garganta brotó la risa. 

Aquella imagen estremeció mi cuerpo dejándome para siempre a su merced. Me inscribí en un

curso de jardinería y aún sin terminarlo me presenté en su casa prometiendo un jardín que 

envidiarían en el Edén. Durante esos primeros días con ella creí haber alcanzado el cielo
 
con las manos.

  Apareció en mi puerta y casi no me dejó hablar, quería trabajar en mi jardín y su entusiasmo 

amilanó a mis reticencias. Con el paso de las semanas y a pesar de mi poca disposición para la

charla, consiguió contagiarme de su pasión por la vida. De eso hace ya cuarenta hermosos años.




     Emilia cerró el libro al mismo tiempo que un suspiro se escapaba de sus labios. En el piso de

 abajo se escuchaba a los niños gritar entre carreras y juegos. Raúl les reñía sin convicción,

como quien debe pulsar una tecla cada tres minutos para cumplir un protocolo no escrito. Su 

atención la ocupaba el partido de fútbol. Dejó a un lado el libro y esta vez fue un lamento 

resignado el que se precipitó de su boca mientras cogía la cesta de ropa para planchar.