sábado, 21 de septiembre de 2013

 

     

Como, luego vivo


Me pregunto cuando fue la última vez que comí lentejas de producción española, y

no hablo de nacionalismos últimamente de moda, pienso en sostenibilidad, en trabajo, en

supervivencia. Lo normal ahora es que los espárragos vengan de china o, si buscamos

algo menos exótico, de Perú.

     Si queréis emociones fuertes os recomiendo que la próxima vez que hagáis la

compra comprobéis el país de origen del producto que ponéis en el carro. Si unas

lentejas castellanas vienen de Canadá y otras con nombre de señora que vive en

asturias vienen de USA, yo voy sumando y concluyo pensando que estamos jodid@s.

     Me gustan las lentejas, desde niña que me gustan. Soy, como muchos millones de

personas en este planeta de expolios e injusticias, pobre. Aún así tengo más que

much@s, no me quejo. Hasta el momento me puedo permitir tomar unas cervezas,

fumar tabaco de liar y pagar a medias una conexión a internet. A partir de hoy añadiré a

mis vicios irrenunciables lentejas de origen español y, quién sabe, tal vez si como

muchas, la situación económica del país mejore, encuentre un trabajo estable y pueda

añadir más caprichos nacionales a mi carro de la compra.

Le preguntaré a mi hermana que desde hace un tiempo reside en USA si en los

supermercados de allí hay lentejas españolas, y el precio, por esto de que el mundo está

al revés y me lleve una sorpresa. Aunque quizás no lo sepa, a ella nunca le gustó el

consumo de esa fuente de hierro.