Cuentos
Cortas, alegres, improvisadas. Otras
largas, contadas con voz pausada y mirada en el
infinito. Desde
aquella primera historia ya nada fue igual. Todo se movía, volaba,
bailaba...
en mi mirada infantil se podía percibir cuándo los
tomates aplaudían el impecable baile de las
zanahorias. Su voz
parecía una chistera de mago. Mi abuelo era un gran contador de
vidas.